
UNA VERDADERA NAVIDAD
“Más venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió su Hijo, hecho de mujer, hecho súbdito a la Ley, para que redimiese a los que estaban debajo de la Ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.” Gálatas 4:4 y 5
Esta frase de la Biblia, fue escrita por el Apóstol San Pablo en relación con una doctrina que quizá alguna vez haya originado dudas en muchos de nosotros, respecto a quienes son los verdaderos hijos de Dios.
En efecto, por ser Él el Creador del universo y todo aquello que en el mismo existe, en cuanto a cosas inanimadas y seres vivos, podemos afirmar, de acuerdo a lo que expresa la Biblia en Génesis 1:27, que el hombre fue formado a imagen y semejanza suya. Pero esto, de ninguna manera significa que todos los seres humanos sean sus hijos sino, como terminamos de afirmar, son solamente criaturas suyas.
El Apóstol, en San Juan 1:12 y 13, expresa “Mas a todos lo que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos Dios, a los que creen en su nombre: los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios”.
En consecuencia, cada uno de los seres humanos que habitamos esta tierra, podemos saber, de inmediato, en que categoría nos encontramos frente a esta definición Bíblica. Puesto que, para recibir la inmensa bendición de ser considerados hijos de Dios, debemos primero arrepentirnos de nuestros pecados y luego creer en el Señor Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador.
Precisamente la Navidad que en estos días vamos a recordar, tiene como uno de sus mensajes más directos y significativos, aquel que anunció el ángel a los pastores de Belén “He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo. Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David un Salvador que es Cristo el Señor” San Lucas 2:10 y 11.
Desde luego que este es el hecho más importante y significativo de esta y toda Navidad, y debemos dar gracias a Dios por ello. Pero en definitiva, dicha recordación no tiene razón de ser, si la misma no va acompañada de nuestro reconocimiento personal, que somos nosotros mismos quienes necesitamos un Salvador; puesto que estamos presos de nuestros pecados y maldades y definitivamente condenados a la perdición eterna.
Por lo tanto, para celebrar esta Navidad de una manera correcta y realmente fructífera, se hace imprescindible reconocer la situación en la cual nos hallamos, habiendo pecado contra el Creador, estamos apartados de Su comunión.
Por ello, debemos arrepentirnos de todas nuestras faltas y creer en el Señor Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador. Si obramos de esta manera, seguramente hemos de obtener la paz con Dios, el consuelo y la salvación eterna que solo Él puede y quiere concedernos. Cada uno, en forma personal, debe decidir si la Navidad tendrá para sí mismo este profundo y glorioso significado o seguirá teniendo el mismo carácter que las celebraciones paganas de los hombres perdidos y alejados de los santos propósitos divinos.
Pero insistimos, para que esto ocurra se requiere un sincero arrepentimiento para con Dios y una fe completa y total en la Bendita Persona y Obra del Señor Jesucristo, cuya sangre preciosa nos limpia de todo pecado.
Si así lo hiciere, habrá entonces un nuevo nacimiento, el mío, pues seré engendrado como hijo de Dios por la obra y virtud del Espíritu Santo. Esa será mi verdadera y eterna Navidad. Quiera Dios que así sea.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” San Juan 3:16
– Extraído del Tratado: “Una verdadera Navidad” –